domingo, 24 de mayo de 2020

EL CUERPO Y EL TIEMPO

Si eres gorda, si tienes sobrepeso, vas a sufrir. Te vas a enfermar…Te vas a morir…

Es la premisa que me ha acompañado desde que tengo memoria. Me sigue acompañando hasta ahora.

La sociedad me ha enseñado a cuidar mi cuerpo a partir del miedo a la enfermedad y a la muerte. Pero es la paradoja más absurda que encuentro en la configuración de mi identidad. Como si los cuerpos delgados y tonificados fueran a ser premiados con la inmortalidad. ¿Quién quiere ser inmortal?

Yo no. Es más, no me gusta pensar en la idea de envejecer, pero no por permanecer inmortalmente joven, sino por el prejuicio de que el cuerpo pierde funcionalidad y la mente se cierra.

Pero desde ya estamos cerrados a la idea del cuerpo como el objeto que nos otorga validez social, un lugar. Siendo que el lugar ya nos fue dado desde que vemos la luz al nacer.

El cuerpo se cuida porque se ama y se respeta.

No he amado y respetado mi cuerpo por muchos años, a pesar de que lo he cuidado. 

Sin duda, la muerte de mi papá me ha enseñado incluso más de lo que me ha enseñado su vida (y eso es muchísimo). Murió en un momento de absoluta conexión con su cuerpo. Murió amándolo, dándole algo de lo que más amaba hacer, algo que lo hacía realmente feliz y libre.

“La genética y la contextura no ayudan”... Como si tuviéramos que luchar contra nuestra propia naturaleza para estar bien. ¿Acaso estar bien significa encajar en un molde?

Hace varios meses inicié un viaje que me ha permitido descubrir la belleza y la sensualidad en mi cuerpo, flácido, ancho; en mi piel, marcada por el tiempo, la dermatitis y el arte; en mis rollos, que vienen y van a su antojo, y a mis antojos; en mis pliegues y en mis colores; en mis infinitos lunares y en los vellos que siempre encuentran un lugar; en las hebras de mi cabello, que cada vez van perdiendo fuerza y vitalidad; en mis bolsas y ojeras, que se hacen más profundas… En verme, hablarme, cantarme, bailarme, cogerme y admirarme frente al espejo; unos días más que otros, claro. Porque en cada parte de mi cuerpo y de mi vida hay una historia, y allí encuentro el funcionamiento perfecto del universo; el caos y el orden.





Un gato es el alma visible de un hogar

Aún estoy en la búsqueda del sentido de su presencia en mi vida, aquí y ahora. Suelo tomar las decisiones antes de hallarles sentido; más bi...