sábado, 18 de marzo de 2017

ACCIONES AFIRMATIVAS PARA UNA PAZ IMPERFECTA. La experiencia de los sobrevivientes del conflicto armado colombiano. Por: Vanessa Juliana León Osma


Pensar en Colombia como un territorio promisorio para la paz, dada la coyuntura social que vivimos en torno a la implementación del Acuerdo para la terminación del conflicto, implica reflexionar sobre las múltiples aristas que la sociedad debe abordar para la consecución del anhelado sueño de la paz.

La terminación de un conflicto armado largo y sangriento con la guerrilla más longeva del continente, más que certezas, nos deja incertidumbres, puertas y ventanas abiertas para la exploración, y nuevamente, para la búsqueda implacable de la paz. Muy seguramente esta situación llama la atención de otras naciones, de organizaciones internacionales, de los medios de comunicación de nuestro país, de los organismos del Estado y del grueso de los ciudadanos; el proceso de negociación ha sido visible, importante y un reto en materia de gobernabilidad. Sin embargo, es necesario considerar que la paz no es responsabilidad de los organismos más complejos de la sociedad, sino que es un compromiso que los ciudadanos adquirimos con nosotros mismos, con nuestras familias, con nuestras comunidades y con nuestro país. Es decir, la tranquilidad de toda una sociedad no reposa en la decisiones de las fuerzas armadas contrapuestas, ni el fin del fuego cruzado en los campos; sino de la disposición de cada uno de los miembros de la sociedad a construir una cultura de paz.

Esto quiere decir que más allá de la ausencia de guerra (paz negativa), o del sueño paradisíaco y utópico de la perfección (paz positiva); “la paz es un fenómeno real que permea la cotidianidad, que somos capaces de hacerla, ejecutarla y disfrutarla” (Muñoz, 2001), donde cada uno de nosotros aportamos desde los significados que entretejemos en nuestras relaciones y con nuestro contexto.

En este escrito quisiera analizar algunas acciones de resistencia de las personas que han sobrevivido al conflicto, desarrolladas ya sea en los contextos donde se asentaron, o en sus territorios de origen; a la luz de la teoría de la paz imperfecta propuesta por Francisco Muñoz, donde es posible entender y asumir la paz como un proceso inacabado y dinámico. Para poder tener algunos ejemplos de cómo es posible asumir los conflictos de maneras pacíficas, donde los significados se convierten en el pilar de una transformación social que aspira al bienestar sin perder de vista la crítica y la reflexión.

Pueblos que no se doblegan
El municipio de Granada, Antioquia, ha sido uno de los escenarios más duramente golpeados por el enfrentamiento de todos los actores armados del conflicto, que no sucumbió gracias a la capacidad de su comunidad y sus instituciones. El conflicto significó para ellos la necesidad de identificar recursos comunitarios que les permitieran sobrevivir, como el establecimiento de sótanos comunes que funcionaran como trincheras cuando se producían hostigamientos, allí se cuidaban entre todos, desarrollando una mayor cohesión y cooperación; además, cuando había tranquilidad, buscaban espacios de encuentro y diálogo para sentirse acompañados, y en ese proceso tratar de asimilar y sanar el dolor de los sucesos violentos (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2016).
Empezaron a legitimar encuentros como “lunadas” en lugares comunes, como una manera de resistir y recuperar los espacios tomados por los actores armados, de recuperar la confianza en sus propios territorios. De no ser por actos como los que ejecutaban los pobladores de Granada, éste y muchos otros pueblos del país estarían carcomidos por el terror y la desconfianza, con un tejido social desmoronado, así que el ejercicio de la resistencia cobra aquí un sentido enorme a la hora de construir paz.
Caso similar se da en el municipio de San Carlos, Antioquia, donde la comunidad se dio mañas de hacerle el quite a la guerra, creando cambuches y movilizándose hacia lugares donde no llegaran las balas. Y aunque muchos de sus habitantes se desplazaron de su terruño, buscando una mejoría en su calidad de vida, varias personas se mantuvieron en el pueblo y empezaron a generar estrategias para recuperar la confianza y promover el retorno de sus paisanos; una de ellas, son las fiestas del retorno de San Carlos, donde se movilizan los sancarlitanos por unos días hacia su pueblo y además de festejar, se sentaban a conversar sobre las posibilidades de un retorno seguro (Centro Nacional de Memoria Histórica).
Imagen de portada del informe de CNMH. http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes/informes-2016/granada

Fueron los habitantes de municipio quienes gestaron la “alianza del retorno Medellín-San Carlos”, donde se pensaron estrategias que promovieron la pertenencia y las ganas de regresar al pueblo después de la guerra, de aquellas personas que habían desplazado hacia Medellín. Aquí se da un proceso muy importante en torno al arraigo, el hecho de retomar los lugares donde han sucedido actos violentos para transformar el significado de ese territorio, re apropiándolo.

Mujer, memoria y resistencia
Indudablemente la mujer ha sido el rostro del conflicto colombiano, y quienes han tenido que lidiar con el dolor de las consecuencias de los horrorosos actos de los armados, y al ser el grueso de los sobrevivientes, cargan con la historia y el recuerdo de lo sucedido en los rincones del país donde no hubo Estado.

La memoria hace parte de las prácticas indispensables para pensar en una cultura de paz, sin ella es impensable la justicia, la reparación y la no repetición de los hechos violentos. Es conocido el proceso que han desarrollado grupos de mujeres, como las tejedoras de Mampuján, donde por medio del arte y el tejido han encontrado una forma de lidiar con el dolor, perdonar y buscar la reconciliación; y que no solamente buscan reparación a nivel individual o colectivo, sino que proponen una respuesta pacífica al conflicto del cual han sido víctimas, y aquí encontramos una primera manifestación de esa paz imperfecta, donde se produce una resignificación de la experiencia dolorosa y se transforma en resiliencia, en perdón y en nuevas perspectivas para leer su contexto y promover acciones pacíficas en la sociedad.
Mujeres tejedoras de Mampuján con colcha que representa una de las tomas por parte de actores armados a su municipio.https://www.youtube.com/watch?v=kTsgFkVz0FI

Las mujeres de la Candelaria, un colectivo de mujeres oriundas de diferentes regiones del país, desplazadas por el conflicto armado, cuyos familiares han sido desaparecidos por los diversos actores armados; manifiestan otro tipo de posibilidades ante el conflicto, donde en el encuentro y el cruce de sus historias de vida, tienen la posibilidad de reconstruir ese pasado doloroso, manteniendo una memoria viva por medio de un “bosque de la resiliencia”, donde no solamente recuerdan a sus seres queridos sino que resisten a la realidad inacabada de la desaparición forzosa, resisten al olvido, continúan buscando a sus familiares y los simbolizan en ese bosque. Como mencionaba previamente, estos colectivos no solamente son una herramienta de apoyo para sus integrantes, sino que se convierten en un mecanismo de participación política, que empodera a las mujeres y las convierte en ciudadanas activas, que además se empapan de conocimiento que promueve acciones pacíficas, movilización social crítica y consciente, y una problematización de la realidad en procura de su transformación.

Las mujeres Nasa y Misak –pueblos indígenas que habitan el departamento del Cauca principalmente-, han movilizado procesos al interior de sus tribus y son ejemplo de organización y empoderamiento para el país. Ellas, a partir de las duras experiencias que han vivido en función del conflicto armado, han encontrado dispositivos dentro de su cultura para mantener viva la memoria y la resistencia. La memoria, por medio del tejido de colchas, chumbes y otros tejidos, que garantizan la pervivencia cultural y el no olvido del dolor que ha traído el conflicto a sus resguardos. Y la resistencia, por medio de la gesta de mingas interculturales cargadas de sentidos simbólicos y con el clamor latente de que se acabe la violencia hacia la mujer y de que se acabe la guerra.


En estos ejemplos encontramos acciones afirmativas de paz, que no solamente resisten a la guerra y a la violencia, sino que aportan a una cultura de paz, mediante la construcción y el ejercicio de dispositivos sociales y patrimoniales, de manera que no son medidas paliativas o pasajeras, sino artefactos que se fijan en la cultura, que se convierten en discursos poderosos, que permean diferentes generaciones y diferentes territorios donde el mensaje es claro: que la paz es un estilo de vida, que no es algo impuesto, que surge en medio del diálogo, que tiene en cuenta las voces silenciadas, la diversidad, que no existe sin justicia y sin verdad, que es un acto de corresponsabilidad y de compromiso. Y así lo manifiesta una mujer sobreviviente del municipio de San Carlos: “TENGO DERECHO A LLORAR MIS MUERTOS, PERO TENGO EL DEBER DE LEVANTARME A VER QUÉ HAGO POR LOS QUE ESTÁN VIVOS”.

Referencias
Muñoz, F (2001) La paz imperfecta ante un universo en conflicto. Disponible en http://www.ugr.es/~eirene/eirene/Imperfecta.pdf
Centro Nacional de Memoria Histórica (2016). Granada: memorias de guerra, resistencia y reconstrucción. Bogotá: CNMH

Aquí algunos otros links de interés:
Sobre las mujeres y la resistencia: https://www.youtube.com/watch?v=VBkOGmE4Bgc
San Carlos, memorias del éxodo de la guerra. https://www.youtube.com/watch?v=RbfemV7_UbU

3 comentarios:

  1. Vani, felicitaciones. Me ha gustado mucho tu publicación.
    Un espacio muy necesario para mirar el conflicto desde afuera, con las consideraciones y el sentimiento de respeto que merecen las víctimas de la violencia y del abuso del poder. Toda forma de violencia no es justificable, no es justa, no es concebible y mucho menos para quiénes hemos tenido la posibilidad y el privilegio de recibir niveles superiores de educación. Principios como el bioético: "Beneficencia y no violencia" o el principio universal:
    "Mis derechos terminan donde comienzan los de los demás", son muy importantes entronizarlos en el seno familiar.

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  2. Vani, felicitaciones. Me ha gustado mucho tu publicación.
    Un espacio muy necesario para mirar el conflicto desde afuera, con las consideraciones y el sentimiento de respeto que merecen las víctimas de la violencia y del abuso del poder. Toda forma de violencia no es justificable, no es justa, no es concebible y mucho menos para quiénes hemos tenido la posibilidad y el privilegio de recibir niveles superiores de educación. Principios como el bioético: "Beneficencia y no violencia" o el principio universal:
    "Mis derechos terminan donde comienzan los de los demás", son muy importantes entronizarlos en el seno familiar.

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  3. Excelente aporte a la realidad que está viviendo el país y una buena reflexión para que las personas comprendan que la paz es un estilo de vida, es eso que comienza desde uno mismo y así se proyecta a los demás. Muy buen escrito, felicitaciones.

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